Tapo
Tapo es el pueblo capital del distrito del mismo nombre y pertenece a la provincia de Tarma. Se encuentra a 26 km de la ciudad de Tarma y a 3200 msnm. Son diez los anexos que pertenecen a Tapo: Yuracmayo, Maco, Queta, Pichuinioc, Palcán, Pacchac, Pueblo Nuevo, Casacoto, Paucamarca, San Antonio. Según los datos del Censo Nacional de 1993, la población total del distrito era de 5510 personas, de las cuales 1613 habitaban en el pueblo (y están clasificadas como población «urbana», diferenciada de la población «rural» de los anexos). Las instituciones que representan a la sociedad nacional son el municipio, la gobernación y la comunidad campesina. Esta última fue creada a raíz de la Reforma Agraria de Velasco y subsiste como un organismo sin mayor peso, en el que no existe una efectiva dinámica de comunidad (en el sentido de propiedad de tierras comunales o trabajos en faenas).
La historia de Tapo se enmarca dentro del contexto regional, siendo afectada por los procesos y hechos ya mencionados. En la literatura sobre la historia regional existen contadas menciones a Tapo, ninguna para la época prehispánica y para la Colonia. Arellano ha encontrado información en la que se nombra al pichqapachaka de Tapu, que da testimonio sobre tierras frente al curaca principal en la primera mitad del siglo XVIII (Tapo sería uno de los «ayllus originarios» [Arellano 1988]). Santa Cruz de Tapo fue una de las seis reducciones que conformaban el repartimiento de Tarma. Posteriormente fue uno de los anexos de Acobamba –convertida en un curato de la provincia de Tarma–
Durante la república temprana siguió perteneciendo a Acobamba y en 1935 obtuvo la categoría de distrito. Los historiadores tarmeños Orihuela y Cárdenas poseen versiones contradictorias acerca de lo que fue Tapo. Para el primero, allí se refugiaron fugitivos de la selva (San Ramón, Vitoc) durante la rebelión de Juan Santos Atahualpa (Orihuela s.f.:17). El segundo alude al presidio que los españoles tenían en Tapo «a donde iban confinados los peruanos rebeldes o criminales» (Cárdenas 1941:85).
Los tapeños cuentan que el pueblo fue fundado por los españoles cuando pasaron por allí en su trayecto de Jauja a Lima. Es por esta relación directa con la fundación española que se habla de Tapo en toda la región tarmeña como «la pequeña España».
La situación presente está graficada en los resultados del Censo Nacional de 1993.
Éste nos muestra una población mayoritariamente joven (50% menores de 14 años y 33% entre 15 y 39 años), móvil y alfabeta. La tasa de migración de la provincia de Tarma se sitúa por encima del promedio del departamento de Junín, siendo 19,8 la de inmigración y 36,9 la de emigración (destacando que la emigración femenina es más alta que la masculina y la inmigración más baja). El analfabetismo es del 24%, y en un 61%, el nivel educativo alcanzado es el escolar.
El pueblo de Tapo está ubicado en la ladera occidental de la quebrada del río del mismo nombre. En la ladera oriental se asientan los anexos de Casacoto y San Antonio, a los que se llega por trochas carrozables que salen del pueblo. El río Tapo (en realidad un riachuelo), desemboca en el río Ricrán (que forma parte de la vertiente amazónica). Por el pueblo cruza el camino afirmado que conecta Ricrán (en la provincia de Jauja) con Palca (distrito vecino) y pasa por los anexos de Pueblo Nuevo y Pichuy (la abreviatura de Pichuinioc). Los caminos que llevan a los otros anexos (y me refiero únicamente a los carrozables, pues los caminos de herradura tienen múltiples conexiones): Queta, Pacchac, Yuracmayo, etc., no pasan por Tapo, sino que se conectan directamente con Palca o con Tarma.
Los tapeños tienen tierras en ambos lados de la quebrada, pero en la banda oriental poseen sólo la zona baja de los maizales. En la occidental, donde está asentado el pueblo, se cultivan maíz y verduras –alverjas, lechugas y zanahorias–. En la parte media de la ladera occidental hay chacras de papas y habas; en las tierras altas crecen los pastos para los animales. El cultivo más importante es la papa, cuyas grandes cosechas se venden en el mercado de Tarma o se envían directamente a Lima. Las papas que se destinan a la venta son de especies comerciales –cuyas semillas se compran en Tarma o en Lima–, porque tienen ventaja frente a las nativas en la velocidad del crecimiento y en el rendimiento de la cosecha.
Las papas nativas son más apreciadas para el consumo doméstico y se cultivan a pequeña escala. El segundo cultivo es la alverja, seguido por el maíz. El sistema de riego abarca únicamente la zona baja y permite varias cosechas anuales de legumbres. Los otros cultivos se rigen por el régimen de secano. Debido a la inclinación natural de la inmensa mayoría de las tierras, el uso de andenes está ampliamente difundido. Los anexos, por encontrarse en lugares más altos, se dedican casi únicamente al cultivo de papas. La ganadería es para ellos la actividad económica que les conecta con el mercado regional y por la que perciben la mayoría de sus ingresos monetarios. El ganado ovino es el predominante, seguido por el vacuno y, en mucha menor medida, el porcino.
La calle Lima –la principal del pueblo– describe varias cuestas en su recorrido desde el letrero de bienvenida hasta el final del pueblo –marcado por el cementerio–. Tapo se distingue por sus hermosas casas de dos pisos con balcones de madera laboriosamente tallados. La mayoría de las casas han sido construidas en la segunda y tercera década del siglo XX. Muchas de ellas lucen ahora bastante descuidadas: las grietas aparecen en las gruesas paredes de adobes, los colores se desvanecen, los hermosos balcones pierden solidez –mas no la prestancia–.
En la plaza de armas se encuentran la iglesia y el municipio. La iglesia es la construcción más grande del pueblo. Es de una sola nave y tiene una capacidad para aproximadamente trescientas personas. Las paredes laterales lucen libres de adornos, los altares –de origen colonial– fueron desmontados hace unos años. Sólo el altar mayor ha quedado en pie. En él se encuentra representada la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Santa Cruz, el patrón del pueblo de Tapo, se encuentra a la izquierda del altar. El municipio (o «palacio municipal» como dice en la fachada) es una construcción sumamente moderna. La empezaron a construir en el año 1993 y fue terminada en 1995. El diseño no guarda armonía con el patrón arquitectónico del pueblo: es un edificio de cemento y vidrio de cuatro pisos. La razón de tal construcción es la destrucción del antiguo municipio por una bomba colocada por los terroristas de Sendero Luminoso en 1989. Entre esta fecha y 1996, Tapo no tuvo autoridad municipal y era administrada directamente por la municipalidad provincial de Tarma. Los terroristas también cortaron el único teléfono del pueblo y realizaron continuos operativos en el pueblo. Hoy en día, no mucha gente está dispuesta a hablar de aquella época.
La posta de salud, a cargo del Ministerio de Salud, ocupa la tercera calle de la plaza. Dispone de poco personal y de escaso instrumental médico. En la calle del frente se ubican la mayoría de negocios del pueblo (siete tiendas de abarrotes, una al lado de la otra). Casi todas venden los mismos productos: enlatados, golosinas, unos cuantos artículos para la casa (como detergente, pintura, baldes, clavos, etc.) y determinados alimentos frescos (sobre todo frutas y verduras). Una de ellas tiene la concesión de la única cabina de teléfono del distrito.
A un lado de la iglesia se encuentra el mercado de abastos, inaugurado el 27 de marzo de 1998 con motivo de la fiesta cívica del aniversario de la creación del distrito de Tapo. Es la construcción más reciente del pueblo (del mismo estilo que el municipio). El mercado está casi siempre desierto, ocupado apenas por tres puestos –uno de jugos y dos de venta de golosinas– y un restaurante –que sólo ofrece un menú para el almuerzo–. En los días de feria, en cambio, se llena con los vendedores de carne y pescado. Los lunes y viernes –los días de feria– bajan las personas de los caseríos a hacer sus compras. Los dueños de animales han matado el día anterior alguna vaca u oveja para vender la carne. Desde Tarma llegan vendedores de frutas, pescado, ropa, sombreros, panes. Son los días que hay más movimiento en las calles del pueblo. Gente llega, saluda, compra, conversa, se vuelve a ir.
Son escasos otros tipos de negocio en el pueblo. Hay apenas una farmacia, una carpintería y algunos restaurantes (que atienden solamente para el almuerzo). En la cancha de fútbol se juegan partidos los domingos y a veces se realizan torneos entre los caseríos. Tales encuentros son verdaderas fiestas para los jóvenes, que no disponen de muchas posibilidades de diversión. El dar vueltas por la plaza de armas de noche se encuentra entre las favoritas.
Las casas que se encuentran alrededor de la plaza de armas y a los bordes de la calle Lima cuentan en su mayoría con los servicios de luz, agua y desagüe. Sobre todo de luz, el servicio de agua y desagüe es casi un lujo. Me contaron que muchas de las casas tienen una curiosa canalización del desagüe: se utilizan los ushnus. Varias casas tienen uno en el patio, que es un agujero tapado con una piedra que no tiene fondo, o por lo menos, se desconoce en donde termina. Así que se han aprovechado dichos ushnus para ahorrar la instalación de las tuberías que serían necesarias.
En Tapo funcionan dos escuelas, un colegio y un instituto tecnológico. Las dos escuelas fueron originariamente una para varones y la otra para mujeres. Ahora que la educación es mixta, se usa un local para los primeros tres años y el otro para los últimos tres.
El colegio es de creación más reciente
La mayoría de los profesores proceden de la zona de Huancayo. El instituto tecnológico empieza a ser implementado con maquinarias y personal docente. Por lo pronto poseen un local, un profesor y unos cuantos alumnos. Allí se enseñan las especialidades de carpintería y herrería. Cuando los jóvenes tapeños acaban el colegio, tienen que optar por quedarse en el pueblo a trabajar como campesinos –la opción menos deseada–, o irse a Tarma (o a Lima) para seguir estudiando. Muchos de los jóvenes que conocí, decidieron continuar sus estudios en un instituto pedagógico cercano a la ciudad de Tarma (no queda exactamente en la ciudad, sino en un anexo a tres kilómetros de distancia).
Son en realidad pocos los que optan por seguir una carrera universitaria en Tarma (en la que se encuentra una filial de una universidad huancaína), ya que prefieren hacerla en Lima.