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El“Chirulín”, cóctel afroperuano con mucha historia que pocos conocen

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En el 2011, el chef/bartender peruano José Quintanilla Calderón descubre este trago a base de pisco. Para él, quien es un estudioso del tema, asegura que este cóctel ha sido olvidado en el tiempo.

Preparó un coctel a Mario Vargas Llosa tras recibir el Nobel de Literatura, pionero de la cocina nikkei en Escandinavia, experto en pisco y con más de 30 años de experiencia en Europa, ahora nos trae la historia de un trago desconocido hasta hoy.

En uno de sus visitas entre diciembre y enero, en el que José Quintanilla aprovechaba para visitar zonas productoras de pisco y a su familia, llega a un pueblo cerca de Nasca llamado El Ingenio (a 40 km de esta ciudad). Es acá donde descubre el “chirulín”, un coctel a base de pisco, jugo de pomelo (también puede ser toronja), jarabe de goma aromatizado con canela y hielo, el cual podría presentarse ya sea en vaso de vidrio o cerámica.

Los pobladores del pueblo, revela Quintanilla, suelen disfrutarlo en jarra a modo de una sangría española con toronja picada. Su exótico sabor hizo que le tomara cierta importancia. Y es que la combinación de la toronja con el pisco, le daba un matiz que nunca antes había probado. Para un bartender experto en piscos, esto era una revelación.

El «chirulín» es un coctel de origen en las zonas rurales del Perú, y en base a las investigaciones que Quintanilla ha realizado, descubrió que proviene de fuentes orales que han sido transmitidas de generación en generación entre los lugareños.

No hay información escrita sobre el “chirulín”. Sin embargo, cuando Quintanilla navegó por Internet vio que solo habían algunos homónimos en otros países: ave pequeña típica de Venezuela y algunos países de Centro América, e incluso alguna canción de cumbia mexicana, que llevaba por título “El Chirulín”.

Este coctel afroperuano, que ha permanecido casi oculto en el tiempo, difiere del pisco sour o chilcano, al ser creado por afroperuanos, donde las antiguas manos esclavas se dedicaban al sembrío de parras y cosechas de uvas traídas por los españoles, y de ello quedan como testigos los restos arqueológicos de las iglesias Jesuitas de San Francisco Javier y San José como parte de un proceso que nació hace más de 400 años y que llevaron a que en el Perú se produjera el mejor destilado del mundo: el pisco.

Fuente: La republica