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Virgen del Rosario

No hay seguramente lugar en el mundo donde se venera con mayor fervor a la Virgen del Rosario que en Abancay, a tal punto que se le ha convertido en patrona de la ciudad y cada 7 de octubre su fiesta compromete a toda la comunidad católica de la Capital de la Región Apurímac. Mi madre era muy devota de la mil veces nombrada “Nuestra Señora del Rosario”. En mi casa había varios cuadros con la imagen de esta virgen, uno en especial que lo vi desde que abrí por primera vez los ojos porque estaba en el dormitorio de mis padres. Se trataba de una foto de la famosa pintura al óleo sobre lienzo realizada por el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo entre los años 1650 y 1655, que siempre me llamó la atención. Por eso cuando viajé la primera vez a España fui a verla en el Monasterio de El Escorial. Actualmente está en el Museo del Prado. La Bienaventurada Virgen María del Santísimo Rosario, como se la conoce en muchos lugares del mundo, dicen que se le apareció a Santo Domingo de Guzmán en 1208 en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, que le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres.

El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a esta advocación

En el siglo XVI el Papa Pío V instauró el 7 de octubre como fecha dedicada a la Virgen, aniversario de la victoria en la Batalla de Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron a los turcos que invadían Europa, triunfo atribuido a la Virgen del Rosario, por lo que se la denominó también “Nuestra Señora de las Victorias”.

La historia de la Virgen del Rosario, se inicia en el año 1571, cuando los turcos habían decidido acabar con la cristiandad y los musulmanes ya habían dominado el norte de África, medio oriente y otras regiones.

Después de ocho siglos de lucha los turcos se preparaban para dominar España y acabar con el cristianismo. El Papa Pio V pidió a todos rezar el rosario para obtener la victoria porque los turcos poseían la flota más poderosa del mundo, además de tener como remeros a miles de cristianos esclavos.

Los cristianos estaban en gran desventaja con una flota pequeña, pero, poseían un arma insuperable: el santo rosario. Fue así que la victoria se dio a favor de los cristianos, y el Papa Pio V instituyo la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

En Abancay, desde niño escuchaba una serie de relatos de labios de mi abuela Adelina, mi madre Estela y sus hermanas Aurora, Esther y Elsa. Esas mismas historias se contaban en la casa de mis amigos y en general en los hogares de todos los pobladores porque cuando nos reuníamos hablábamos de lo mismo.

Se decía que cuando los primeros españoles llegaron a Abancay, se les ocurrió migrar a un lugar más fresco, por el extremo calor que hacía en los meses que, como dice mi amigo Abraham Levy, terminan en “Bre”: setiembre, octubre, noviembre y diciembre. Y como abundaban los zancudos y los mosquitos, temían adquirir enfermedades muy graves como el paludismo y la hepatitis.

Así llegan a Qorowani, un bello lugar ubicado más allá de Tamburco. Y claro, lo primero que hicieron es levantar un altar para su patrona, la Santísima Virgen del Rosario.

Luego de su entronización, al día siguiente, oh sorpresa, la virgen había desaparecido. Fue entonces que se inició una búsqueda, lamentablemente infructuosa. Hasta que un pastor que seguía las huellas del ganado, que también se le había perdido, llegó hasta Abancay y vio con sorpresa que encima de una enorme roca ubicada frente a la plaza de Armas se hallaba la imagen.

En procesión, que dura casi dos días, se la llevaran a su altar original en Qorowani. Pero, a los pocos días la imagen volvió a desaparecer. Y como ya se tenía la referencia anterior, se fueron a Abancay y la hallaron en el mismo lugar, es decir sobre la misma roca ubicada al frente de la plaza, rodeada de flores muy bellas como amancaes y retamas. Y así se fue repitiendo varias veces esta misteriosa migración. Este hecho fue considerado como un milagro y no quedó otra cosa que admitir el mensaje: La virgen quería estar en Abancay. Y los sacerdotes y pobladores cumplieron su deseo. Así se construyó la iglesia, encima de la roca. Y desde entonces permanece en la parte alta del principal altar, convertida hoy en patrona de la Ciudad. Cada 7 de octubre, un día antes del Día del Colegio Miguel Grau, su fiesta es grande y su procesión solemne, De adolescentes, uno o dos días antes de esta fecha, teníamos que levantarnos de madrugada para ir al campo a recoger flores, musgo y frutos silvestres para formar alfombras, arreglar los altares de la iglesia y repartir pétalos a nuestras madres y hermanas para que las vayan arrojando de rato en rato durante la procesión, la misma que era acompañada por la banda del Maestro Villar. Y cuando la música paraba, se empezaba a cantar “Salve, salve, cantaba María…”

Me cuentan que hoy, felizmente, se sigue con esta tradición, lo que demuestra que la fe en la Virgen no decae con el paso de los años ni el avance de las costumbres paganas que los jóvenes de las nuevas generaciones las hacen suyas para estar a tono con la globalización.

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