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Catedral del Cusco

La Catedral cusco atractivo turisco

catedral cusco es resultado de diversos proyectos elaborados por distintos arquitectos que, en muy corto tiempo, se relevaron al frente de las obras. La primera catedral del Cuzco es la Iglesia del Triunfo, construida en 1539 sobre la base del palacio de Viracocha Inca. En la actualidad, esta iglesia es una capilla auxiliar de la Catedral.

Entre los años 1560 y 1664 se construyó la Basílica Catedral de esta ciudad. Su construcción fue confiada a Juan Miguel de Veramendi en 1560, quien fue sustituido dos años más tarde por Juan Correa. A éste le siguieron otros maestros, hasta que en 1615 se hizo cargo de la dirección de la obra Miguel Gutiérrez Sencio, un arquitecto seguidor de Marco Vitruvio y Jacopo Vignola, y admirador del estilo sobrio y puro instaurado por Juan de Herrera en El Monasterio de El Escorial. Bajo su dirección, se culminó la catedral del Cuzco en 1649.

El material constructivo fue la piedra procedente de áreas cercanas y también se reutilizaron bloques de granito de color rojo desde la fortaleza conocida como Sacsayhuamán.

Fue reconocida como Basílica menor de la Iglesia Católica, el 8 de febrero de 1928.

La construcción, de tres naves, se levanta sobre una planta de tipo salón. Un detalle que sorprende es la fusión entre el orden de los capiteles y frisos y el tipo de cubierta utilizado la bóveda de crucería, característica del gótico. Ello da pie a una sorprendente amalgama de estilos, frecuente en el estilo Barroco de Latinoamérica.

Esta catedral, de fachada renacentista e interiores barroco, tardo-gótico y plateresco, posee una de las más destacadas muestras de orfebrería colonial. Importantes son igualmente sus altares de madera tallada.

Dado que en esta ciudad se desarrolló la pintura sobre lienzos en la llamada Escuela cuzqueña de pintura, precisamente en la catedral se pueden observar importantes muestras de artistas locales de la época.

 

La Iglesia Catedral de Cusco:

El diseño está conformado, por la base, de una cruz latina, la fachada es de estilo renacentista, muy ornamental, y en su interior, también renacentista, se encuentran las mejores expresiones de orfebrería colonial, tallas en madera de cedro y aliso, como el púlpito, así como una valiosa colección de lienzos de la Escuela Cusqueña. La acompañan a sus lados dos capillas auxiliares, la de El Triunfo y Jesús, María y José.

Debido al período crucial en que fue construida, la Catedral cusqueña hereda la hibridez gótico-renacentista de las grandes Catedrales españolas del siglo XVI, sumando a ello la irrupción del estilo barroco patente en su gran portada-retablo y en sus monumentales torres.

Al igual que en Lima, su planta-salón es de tres naves con dos tramos de capillas laterales y muro testero plano. Sus bóvedas de crucería, tomadas del gótico tardío, descansan sobre pilares cruciformes de estilo renacentista. Aquí todo es de piedra y este material ofrece una sensación de enorme solidez, que la diferencia de la ligereza característica de la Catedral limeña. Muchos de sus bloques pétreos son de origen incaico y fueron acarreados desde la vecina fortaleza de Sacsayhuamán.

El altar mayor, todo de plata, es una de las obras más tardías del conjunto. Tiene forma de baldaquino y expresa la introducción del estilo neoclásico en la ciudad. Fue construido en el período 1792-1803 por el arquitecto Villegas y el platero Pinelo, bajo el patrocinio del obispo Bartolomé María de Las Heras.

Pese a la sobriedad de sus columnas, muchos de sus elementos decorativos parecen aferrarse todavía a las tradiciones barrocas de tanto arraigo en la ciudad. Todas las capillas laterales están cerradas por impresionantes rejas doradas y coronaciones con tallas alusivas a la advocación titular. En el lado de la Epístola (derecha), merecen mencionarse los altares del venerado Señor de los Temblores, con su riqueza de ofrendas de plata y oro, así como el de la Virgen de los Remedios, devoción valenciana introducida por el español Alonso de Monroy y Cortés. También de este lado se encuentra la llamada «capilla de la Platería», donde se aprecia una muestra impresionante del tesoro catedralicio. Su joya más preciada es el enorme templete de plata que sirve como anda procesional para el Corpus Christi, obsequiado en 1731 por el obispo fray Bernardo de Serrada.

Del lado opuesto o del evangelio (izquierda), destacan las capillas de la Virgen Inmaculada, denominada La Linda, patrona oficial de la ciudad desde el siglo XVI, y la del apóstol Santiago. En el testero, el altar de la Santísima Trinidad alberga la famosa pintura de La Virgen del Halcón, obra del círculo de Bernardo Bitti.

De acuerdo con la disposición de las principales Catedrales de España, la sillería del coro está situada en la nave principal, mirando hacia el altar mayor. Su riquísima talla barroca, atribuida al maestro Giménez de Villarreal, data de fines del siglo XVII y es una de las obras cumbres de la ensambladura cusqueña. En el trascoro hay algunas capillas, como la dedicada a Nuestra Señora de la Antigua, y los lados exteriores están decorados con grandes pinturas de Basilio Santa Cruz sobre la Virgen de Belén y la Virgen de la Almudena, con el obispo Mollinedo y los reyes de España como donantes.

Uno de los recintos más lujosamente decorados de todo el edificio es la sacristía que, desde su entrada, luce un conjunto de pinturas alegóricas sobre la iglesia realizado por Marcos Zapata a mediados del siglo XVIII. En su interior, los muebles, tallas y pinturas, crean una atmósfera barroca de gran efecto. Uno de los muros está cubierto por un gran retablo que enmarca una célebre pintura del Cristo de la Agonía, conocida tradicionalmente como el Cristo de Van Dyck, por basarse en un modelo de este maestro flamenco. También se guarda aquí una completa galería de retratos de los obispos que han gobernado la diócesis, desde fray Vicente de Valverde.

Series pictóricas:

En la época del obispo Mollinedo, la Catedral recibió sus mayores aportes decorativos, tanto en retablos como en pinturas ejecutadas por grandes maestros indígenas. El favorito del obispo fue Basilio Santa Cruz, autor de los grandes lienzos que decoran ambos brazos del crucero ejecutados entre 1691 y 1693. Se trata de ambiciosas composiciones barrocas que desarrollan alegorías teológicas o las devociones promovidas por la Contrarreforma. Entre las más notables figuran «La imposición de la Casulla a San Ildefonso» y «El milagro de San Isidro Labrador». Del rival de Santa Cruz, Diego Quispe Tito, es la no menos célebre serie del Zodíaco, terminada en 1681, que se guarda hoy en la capilla de la Platería. Es una obra de madurez que muestra la enorme destreza técnica del maestro y su adaptación a los modelos compositivos y el colorido de procedencia flamenca.

Algunos de los pilares centrales exhiben pinturas de otro artista indígena, Antonio Sinchi Roca, un descendiente de la nobleza incaica oriundo de Maras. Sus cuadros representan a los evangelistas, profetas y reyes de Israel.

La mayor empresa pictórica del siglo XVIII son los cincuenta lienzos sobre las Letanías Lauretanas que ejecutó en 1755 el maestro Marcos Zapata. Estos lienzos decoran toda la parte alta de la Catedral, cubriendo los netos de los arcos tanto de las naves laterales como de la sacristía. Sus convenciones formales y la predilección por los colores rojos y azules son características del estilo de Zapata, que ejerció gran influencia en la región.

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