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Fundacion

Ayacucho, fundada como San Juan de la Frontera de Huamanga y conocida también como Huamanga, es una ciudad del Perú, capital de la provincia de Huamanga y del Departamento de Ayacucho. Se encuentra situada en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes a una altitud de 2.746 msnm y se caracteriza por su clima agradable, templado y seco. Ayacucho es uno de los conjuntos arquitectónicos y artísticos más notables del país. Se le conoce como «Ciudad de las Iglesias», por sus numerosos templos e iglesias, y «Ciudad Señorial» por su arquitectura, tradición y arte. Esta ciudad colonial posee más de treinta iglesias y templos coloniales de estilo renacentista, barroco y mestizo, que guardan en su interior verdaderas obras de arte como pinturas, imágenes y bellos retablos tallados en madera y bañados en pan de oro. Además, se pueden apreciar majestuosas casonas coloniales, restos arqueológicos que revelan un pasado histórico, que la hacen de por sí una ciudad atractiva. Asimismo, se le da el título de «Muy Noble y Leal Ciudad» por su contribución a la causa de la corona española durante el periodo de las guerras civiles entre los conquistadores. Ayacucho tiene fama internacional por sus manifestaciones artísticas, motivo por el cual fue declarado como «Capital del Arte Popular y de la Artesanía del Perú». Destacan los tallados en alabastro (material conocido en la zona como «piedra de Huamanga), la alfarería de Quinua y los cotizados retablos ayacuchanos.1 Igualmente destaca por sus festividades, como la de sus carnavales, declarados «Patrimonio Cultural de la Nación», y su Semana Santa, festividad religiosa que atrae a una multitud de visitantes, por lo que Ayacucho es considerada como segunda ciudad del mundo en lo que ha celebración de la Semana Santa se refiere.

Historia Ayacucho

Los restos fósiles del lugar sugieren que el hombre primitivo se estableció en Ayacucho hace más de 20.000 años. Quizá los Pocras constituyeron la nación más importante que existió en Huamanga desde tiempos antiguos. La cultura Wari se desarrolló en la provincia de Huanta, hasta que fueron asimilados por la expansión de los Incario. Wiracocha conquistó la región, encontrando una oposición obstinada por parte de los Pocras que fueron degollados en un rincón del asiento Pocora por lo que luego se le llamó toponímicamente Ayahuarcuna. Fue tal la mortandad que causaron los combates entre los Incas y los naturales que estos hechos dieron lugar al nombre quechua de Ayacucho, que literalmente significa «Rincón de Muertos» y que actualmente por simbolismo se quiere dar a conocer que en realidad siginificaría «Morada del Alma». Los españoles encontraron pueblos muy organizados y laboriosos, difíciles de vencer. Por orden de Pizarro se fundó la ciudad de Ayacucho en 1539. En 1677 se fundó la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. En esta ciudad nació María Parado de Bellido, quien fue fusilada por luchar contra el sistema virreinal. Fue con la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824) que se consolidó la Independencia del Perú y de América. Uno de los ayacuchanos más célebres es el mariscal Andrés Avelino Cáceres.

Ayacucho Colonial

La región ayacuchana ingresa a los anales de la conquista con motivo de la rebelión de Manco Inca, iniciada en el Cusco en 1536, que se extendió hasta dar lugar al sitio de Lima en septiembre de ese año. Según Juan José Vega (1992), el caudillo insurgente Quizu Yupanqui logró llegar hasta la Plaza de Armas de Lima, donde fue ultimado de un pistoletazo en medio del combate cuerpo a cuerpo. Forzados a retroceder ante la llegada de Alonso de Alvarado y 150 españoles, apoyados por cientos de guerreros chachapoyas y huaylas, los partidarios de Manco Inca se refugiaron en la sierra central. En noviembre de 1536, Alvarado fue enviado al frente de una expedición encargada de perseguir y ultimar a los rebeldes. En enero de 1537, fue vencido un importante foco de resistencia en Andahuaylas, cuyos sobrevivientes se dirigieron hacia tierras huancavelicanas y ayacuchanas. El informe rendido por Alvarado a Pizarro mencionó la necesiad de establecer un puesto de vigilancia o acaso una villa en esa última zona, con el fin de asegurar la comunicación por la ruta de la sierra entre Cajamarca y el Cusco.

El rebelde Méndez y la monja alférez

Al arribar al Perú el primer virrey Blasco Núñez de Vela (1544), desconoció su autoridad Gonzalo Pizarro, quien alzó en armas a numerosos encomenderos temerosos de perder sus privilegios ante las nuevas ordenanzas reales. Un fugitivo almagrista, Diego Méndez, logró reunir en Huamanga una gavilla de aventureros conjurada para actuar como quintacolumna contra Gonzalo Pizarro y así obtener el perdón del representante del rey. Al no lograr su propósito, creyó posible ganar indulgencias participando del asesinato de Manco Inca, quien lo consideraba su aliado. San Juan de la Frontera de Huamanga fue escenario del primer y único caso de ajusticiamiento de un corregidos. García de Solís Portocarrero fue degollado en la plaza mayor de la villa el 14 de septiembre de 1601, hallado culpable de crímenes diversos y dolo. En 1623, el primer obispo ayacuchano, fray Agustín de Carvajal, atendió en Huamanga la confesión de un soldado pendenciero que temía morir por su numerosas heridas. Era el alférez Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, individuo alto y fornido, diestro con las armas, que obtuvo su rango en la guerra de Arauco, en Chile, en 1619. El alférez confesó ser una mujer, Catalina de Erauzo (nacida en San Sebastián, Guipúzcoa, en 1592), monja fugitiva que deseaba dejar el oficio viril y volver a la vida conventual. El obispo Carvajal le impuso sus bendiciones y gestionó su traslado a Lima y luego a España. Volvió en 1630 a América, como religiosa. Murió en 1650 en Guitlaxtla, Puebla, en México. La sorprendente historia de la monja alférez adquirió en el siglo XVII ribetes de leyenda, atribuyéndosele portentosas hazañas de espadachín, incluyendo haber vencido y muerto a su propio hermano en un duelo.

Huantinos y huamanguinos

Durante la época colonial, Huanta mantuvo persistente rivalidad con la ciudad de Huamanga, por ser ésta el centro regional de poder y encontrarse aquella aislada entre las alturas andinas. Esto se tradujo en distintas orientaciones políticas durante los últimos años del virreinato. Mientras la población de Ayacucho secundó a las hueste patriotas durante la revolución iniciada por los hermanos Angulo en 1814, en Huanta se formaron partidas que opusieron resistencia a su avance. Al paso de la expedición dirigida por el general Juan Antonio Álvarez de Arenales en 1820, los huamanguinos le brindaron calurosa recepción, mientras que los huantinos auxiliaron a la fuerza realistas. Por eso el virrey José de la Serna e Hinojosa otorgó a Huanta el título de «Fiel e invicta villa» el 22 de febrero de 1821 y un basón en el cual se representaba a Hércules armado con clava y escudo, y dentro de éste un castillo blanco coronado de laurel sobre un monte bordeados por los dos ríos principales que circundan el territorio, y con el mote «Jamás desfalleció». Después de la victoria militar y la capitulación de Ayacucho, la ciudad de Huamanga pasó a llamarse Ayacucho en homenaje a la batalla, mientras los huantinos mantuvieron su actitud a favor de los realistas y desde las montañas de Iquicha continuaron batallando en nombre del rey hasta 1828.