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Monasterio de Santa Catalina

Ubicación

El Monasterio de Santa Catalina se encuentra a una cuadra hacia el norte de la imponente Plaza de Armas de Arequipa. Urbanamente se distingue del resto del damero colonial ya que ocupa una manzana y media del mismo.

A pesar de ello, hasta antes de 1970 los arequipeños no tenían idea de lo que acontecía tras sus callados y sólidos muros. De hecho, es muy difícil encontrar fotografías antiguas del monasterio; inclusive guías turísticas de 1960 prescindían del conjunto monástico, que curiosamente es ahora el símbolo por excelencia de la arquitectura colonial arequipeña.

Luego de 1970 el monasterio se dividió en dos partes, una antigua que se abrió al público y otra moderna, que es donde viven actualmente las monjas en clausura. A ellos se suma la Iglesia de Santa Catalina, la que está lógicamente abierta al público, y a la que acceden las monjas desde un ámbito no visible.

Descripción

Esta joya de la arquitectura colonial en Latinoamérica, es el monumento más famoso de Arequipa y Patrimonio de la Humanidad declarada por la UNESCO. Pero no es sólo por su rica historia de más de 400 años, por su peculiar estilo (producto de una turbulenta historia sísmica, del mestizaje y la innovación de los alarifes), por su impresionante estado de preservación, o por el valioso compendio pictórico de su rica pinacoteca.

Arquitectura

El encanto de esta ciudadela reside en la solidez y plasticidad de sus volúmenes, y la belleza que maestros y alarifes lograron en la arquitectura de esos recintos mediante soluciones arizantes como los arbotantes o la construcción de recias arquerías asentadas sobre pilares.

En los interiores, las cúpulas y las cubiertas de bóveda amplían considerablemente el espacio y aumentan la sensación de fortaleza de los edificios. Se percibe así mismo, sobre todo en la zona de las callejas, la intervención de albañiles que, carentes de un diseño propiamente arquitectónico, fueron levantando muros, tejados, celdas, patios y portadas de sencillo planteamiento.

Desde el exterior se aprecia cómo la misma arquitectura ha marcado una estricta división entre el mundo del convento y el exterior. Un ancho muro de sillares rodea la ciudadela. El actual edificio atesora espléndidas piezas de arte, como un altar barroco de madera tallada y dorada, de un cuerpo y tres calles, que exorna la capilla, y varias pinturas de la escuela cusqueña.

Breve Historia

En 1576 Doña María de Guzmán, una rica y adinerada viuda, decidió a sus 30 años entregar todos sus bienes para la construcción de un monasterio en honor a Santa Catalina de Siena, de la que sería su primera priora. El primer monasterio fue erigido en un terreno modesto compuesto por 4 solares, pero adiciones y donaciones importantes lo harían extenderse hasta ocupar una manzana y media en alrededor de 20,000 m2. Esta expansión es producto de la donación de Fray Juan de Almoguera (1660-1672), y que según Zamácola.

A lo largo de los siglos XVII y XVIII muchas monjas de familias pudientes ingresaban al convento, pagando importantes sumas y construyendo sus propias celdas y las de sus sirvientes y esclavos. Algunas veces niñas ingresaban al convento sólo por algunos años, pues era símbolo de estatus entre las familias ser educado en un convento o monasterio. Las religiosas pasaban los días entre rezos, cánticos, meditaciones, actividades educativas, labores domésticas e incluso preparación de alimentos que algunas veces ofrecían al público.

Entre todas las religiosas que habitaron en el convento, la más famosa es Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, piadosa mujer que llevó una vida de austeridad y que llegó a ser priora del monasterio, y a quien se le atribuye la capacidad de predecir hechos. Diversos hechos milagrosos la llevaron a ser beatificada por Juan Pablo II, no sin cierto temor entre la población mistiana, ya que según la leyenda el día que la santifiquen el volcán Misti reventaría. En realidad, lo que la humilde mujer dijo fue «no me considero digna de que me llamen santa. Eso es tan improbable como que el Misti reviente».