El Camino del Inca a Machu Picchu
Dominando el valle del río Urubamba, al noreste de la antigua ciudad de Cuzco, se eleva la montaña de Machu Picchu. Su nombre se extendió al conjunto arqueológico más importante de América del Sur, y uno de los más sorprendentes del mundo: la mítica ciudad sagrada del poderoso imperio Inca, en medio de la imponente selva peruana, bien escondida entre cadenas montañosas pero muy cerca del cielo. Machu Picchu se mantuvo oculta para el mundo occidental durante cuatros siglos, hasta 1911, cuando el estadounidense Hiram Bingham tuvo la fortuna y el honor de llegar a ella y mostrarla al mundo.
Su ubicación estratégica la hace casi inaccesible; hasta hace poco, sólo era posible llegar a ella tras tres días de caminata, ascensos y descensos por la selva. Este sendero, llamado Camino del Inca, es hoy uno de los trekkings más famosos del mundo. Durante todo el año, viajeros de todas partes peregrinan hasta el Cuzco para emprender el Camino del Inca y así acceder a las múltiples bellezas de la selvática sierra peruana, y a los milenarios misterios que aún encierran las piedras de Machu Picchu.
Punto de partida:
Para los incas, la ciudad de Cuzco era el ombligo del mundo. Muchos viajeros y amantes de la aventura están de acuerdo con esta idea, y aseguran además que la ciudad es un importante centro de energía. Además, por su condición de urbe precolombina, fue nombrada Capital Arqueológica de Sudamérica. En Cuzco, cada construcción está ubicada sobre otra, y juntas suman siglos y siglos de civilización.
La aventura
El Camino del Inca:
Los incas tenían rutas que unían todo el imperio, a lo largo y ancho. El más importante era el Camino Real, con una extensión de 5.200 kilómetros, que se iniciaba en Quito, pasaba por Cuzco y terminaba en lo que hoy es Tucumán, Argentina; atravesaba montañas y sierras, con alturas máximas de más de 5.000 metros. El Camino de la Costa tenía una extensión de 4.000 kilómetros, iba paralelo al mar y se unía con el Real por montones de conexiones. Las comunicaciones entre una y otra punta del Imperio estaba a cargo de mensajeros a los que llamaban «chasquis». Por un sistema de postas, transmitían las noticias corriendo de uno a otro relevo con muchísima rapidez; tanta que una noticia originada en Quito podía llegar a Cuzco, a 2.000 kilómetros de distancia, en menos de 10 días. También el emperador Inca podía llegar a comer pescado fresco que le traían de la costa, a 200 kilómetros, en solo un día.
El Camino del Inca era antiguamente la vía unía Cuzco con Machu Picchu, y hoy es la ruta de trekking más famosa de todo el continente americano. Si bien hoy en día existen trenes y buses que llevan directamente hasta las ruinas, la mejor manera de vivir la experiencia de la tierra inca es acceder a ella del mismo modo en que se hizo durante siglos. Se trata de un trekking de tres días con ascensos y descensos pronunciados, frecuentes lluvias y noches de camping con los mínimos recursos. Si suena duro, es porque es duro; pero la recompensa vale la pena el esfuerzo. Quien recorre el Camino del Inca a Machu picchu que jamás lo olvida.
La mayoría de las excursiones tienen como punto de partida el kilómetro 88 de las vías del ferrocarril (localidad de Qoriwayrachina), hasta el que se llega desde Cuzco u Ollantaytambo en sólo media hora. Allí, a dos mil metros sobre el nivel del mar, se incia el Camino del Inca, de cuarenta kilómetros. Durante la travesía se alcanza una altura máxima de 4200 metros, y finaliza en la Ciudad Sagrada de Machu Picchu, a 2400 metros, en la mañana del cuarto día. Esta es la principal razón por la que es extenuante, ya que el oxígeno escasea y todo cuesta más para los que no están entrenados.
Antes de emprender la travesía, es necesario asegurarse el equipamiento adecuado para tres días con sus noches en la montaña. Un equipo mínimo comprende una carpa pequeña, bolsa de dormir, colchoneta aislante, impermeable, zapatos de trekking, ropa de abrigo (las noches son muy frescas a causa de la altura), cantimplora, linterna, minibotiquín, comida no perecedera para toda la travesía y pastillas potabilizadoras para el agua, así como artículos de higiene personal. Es importante que este equipo no sume demasiado peso a la caminata.
El recorrido no es uniforme, es ondulante y presenta varios desniveles con escalinatas y bajadas escarpadas, angostos caminos de cornisa y largos barrancos. En las partes más bajas resalta el verde de los bosques de yungas, que la mayor parte del tiempo se encuentra cubiertos por nubes y ocultan diferentes grupos de ruinas. La tupida vegetación se debe a que llueve casi durante todo el año; es muy raro poder realizar toda la travesía sin la sorpresa de algún chaparrón. A lo largo del camino se encuentran varias ruinas de distintas fortificaciones en muy buen estado, que se dominan visualmente desde todos los valles.