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El departamento de Loreto, es el más extenso del Perú, fue habitado desde tiempos remotos por tribus nómadas y seminómadas.
Los primeros pobladores de la región estuvieron agrupados en pequeñas tribus que se expandieron de manera muy primitiva por las diferentes vertientes orientales de los Andes.
Muchos de ellos pasaron a las cuencas del Purús, Turúa y Yaraví, recibiendo denominaciones distintas a las del tronco originario; no eran sino clanes familiares, con el nombre del jefe o curaca respectivo.
Se calcula que sólo durante la colonia llegó a detectarse hasta 800 de estos grupos.
Es difícil precisar qué cantidad de habitantes existía cuando llegaron los primeros exploradores y misioneros, sin embargo cifras de cronistas indican que sólo en el primer siglo se bautizaron a más de 100 mil nativos.
Esto hace presumir que al arribo de los españoles la población indígena bordeaba las 300 mil pero que posteriormente se vieron diezmados por enfermedades adquiridas en su relación con los españoles.
Entre las principales causas de este exterminio figuraron la viruela, difteria, malaria, fiebre amarilla y tos ferina.
Fue el 12 de febrero de 1542 que el conquistador español Francisco de Orellana descubre el río Amazonas, tras varios meses de iniciada una misión, cuya partida estuvo en la sierra del Perú.
Durante todos estos años, los jesuitas y los franciscanos realizan su evangelización y fundan diferentes poblados, contribuyendo a abrir caminos y acortar las distancias entre tribus y comarcas.
La época de oro de Loreto se inició hacia finales del siglo pasado con la fiebre del caucho. Como la región era rica en esta variedad de los árboles de jebe y su precio subió tanto, se convirtió en centro de todas las miradas y ambiciones de la tierra.
Este periodo duró 25 años y dio paso a un gigantesco desarrollo que se detuvo cuando dicha fiebre terminó.